Existe un elemento en común entre todas las religiones; la creencia de que el sufrimiento es inexorable a la vida. Sin embargo, no todas las religiones entienden su origen y su afrontamiento de la misma manera. Veamos cómo lo hacen el budismo y el cristianismo, para que al final analicemos cómo se relaciona con la psicología y la psicoterapia.
En el budismo, el origen y mantenimiento del sufrimiento, radica en el deseo del hombre o como lo explicó el Buda:
" Ésta, oh monjes, es la Noble Verdad del Origen del Sufrimiento. Es el deseo que produce nuevos renacimientos, que acompañado con placer y pasión encuentra siempre nuevo deleite, ahora aquí, ahora allí. Es decir, el deseo por los placeres sensuales, el deseo por la existencia y el deseo por la no existencia."
Desde la perspectiva budista el objetivo es la cesación, más que la transformación del sufrimiento. Dicho propósito se logra siguiendo o practicando el camino óctuplo en la vida;
1- Comprensión correcta 2- Pensamiento correcto 3- Palabra correcta 4- Acción correcta 5- Ocupación correcta 6- Esfuerzo correcto 7- Atención correcta 8- Concentración correcta.
En el cristianismo, en cambio, el origen y el afrontamiento del sufrimiento son vistos de una manera diferente. El sufrimiento puede ser, o bien la consecuencia de las decisiones incorrecta y maliciosas de la persona (por ejemplo el sufrimiento de Judas el Iscariote después de traicionar a Jesús), o bien una experiencia con un significado trascendental.
En la última radica la gran complejidad del sufrimiento desde la perspectiva cristiana, pues desde dicha perspectiva Dios puede utilizar el sufrimiento como una medida de corrección (como un padre lo hace con sus hijos) cuando los humanos nos alejamos de su voluntad. Ejemplo de esto es el diluvio, o la historia de Israel. El riesgo en esta particular forma de ver el sufrimiento desde la perspectiva cristiana, es lo que llamamos "la creencia del mundo justo” donde se sobregeneraliza esta interpretación y todo sufrimiento (enfermedad, accidentes, muertes, etc) es visto como un castigo divino, lo cual no es así. Pero para el cristianismo el sufrimiento también tiene un significado trascendental cuando se entiende como el medio que Dios utiliza para elevar al ser humano; para transformarlo y para hacerle crecer.
La historia de Jesús es el más claro ejemplo de esta última forma de ver el sufrimiento. Gracias a su pasión y a su muerte su misión cobró sentido. Por eso es que él no se opuso a experimentarlo.
Desde esta perspectiva, el sufrimiento no solo no se evita, sino que se le da la bienvenida. Se acepta y se vive el sufrimiento como una oportunidad de trascender a uno mismo. No quiere decir que de gusto o que no se sienta temor ante el sufrimiento, sino que a pesar de dicha respuesta lógica y humana que es el temor o la angustia, se recibe como parte de un propósito mayor a uno mismo. Así se entienden las palabras de Jesús una noche antes de su muerte:
“Ahora estoy profundamente angustiado. ¿Y qué voy a decir? ¿Pediré al Padre que me libere de esta hora? No, pues para esto precisamente he llegado a esta hora. (Juan 12;27)
El peligro de esta forma de entender el sufrimiento podría estar en la apatía o la justificación del sufrimiento ajeno, creyendo que porque Dios quiere o lo permite uno no debe de actuar para liberar del sufrimiento al otro. Pero no es así, las bienaventuranzas dejan claro que es la responsabilidad de todos la de ayudar a mitigar el sufrimiento en el mundo, de ahí la enorme tradición de hospitales, asilos, escuelas, etc en la religión cristiana. Otro peligro es la de hacer la apología del sufrimiento donde se busque estar en un sufrimiento constante, en un estado de sadomasoquismo psicológico y espiritual, sin duda eso no contribuye a nada.
Pero la belleza de entender el sufrimiento como un proceso trascendental radica no en su deseo de cesarlo (como en el budismo) sino en el de aceptarlo y transformarlo para el beneficio de los demás.
Interesantemente, las dos posiciones expresadas en estas religiones sirven como una metáfora de lo que hacemos en la psicoterapia cuando alguien nos visita por experimentar sufrimiento en su vida. En una primer etapa el psicólogo se enfoca (como en el budismo) a ayudarle a ver la relación entre su sufrimiento y sus cogniciones. Pensamiento, emoción y conducta son parte de un circuito de retroalimentación, donde uno refuerza al otro. En esta etapa el paciente aprende que desafiando y modificando sus pensamientos, cambiará sus sentimientos y sus conductas. En una segunda etapa (aunque no todos “necesitan” o desean transcurrirla), la función terapéutica es la de ayudarle al paciente a encontrar sentido a su sufrimiento, a verlo como parte de un continuo; el de la vida, donde hay experiencias dolorosas y gozosas, pero que cada una conlleva la oportunidad de trascender a uno mismo.
Este nuevo aprendizaje o nueva forma de comprender al sufrimiento puede llevar a la persona a obtener cambios como; una apreciación mayor por la vida, mejores relaciones con los otros, desarrollar fortalezas personales, comprender las nuevas posibilidades en la vida y experimentar cambios espirituales. A esto Tedeschi y Calhoun le llamaron crecimiento postraumático, el cual se entiende como una forma de crecimiento que algunas personas experimentan a posteriori a experiencias altamente estresantes o traumáticas. Si bien algunos lo experimentan sin ninguna intervención, otros pueden potenciarlo a través de la psicoterapia.
Detrás de las 3 propuestas; la budista, la cristiana y la psicológica, existe una verdad en común; sin aceptación no hay transformación. Y es que el sufrimiento es parte inherente de la vida, pero la forma en cómo se vive depende de la forma en que cada uno lo entiende o en cómo lo acepta.
La gran limitante de la psicología es que está contenida dentro de la narrativa racional, cuando mucho accede a la narrativa simbólica. La religión en cambio cuenta con lo sagrado, con la experiencia simbólica (y no sólo la narrativa). Símbolo proviene de symbolum; y se puede entender como lo que une. De ahí la capacidad sanadora y transformadora de la religión, pues une el sufrimiento humano con la misión trascendental o divina. De entre todas las religiones, es en el cristianismo donde esta unión y trascendencia se expresan de forma singular.
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