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Luchar con Dios

En el antiguo testamento existe un fascinante pasaje en el libro del Génesis en el capítulo 32. Es la lucha de Jacob con Dios. La historia nos cuenta que Jacob inconforme con la relación que tenía con su suegro, escuchó la voz de Dios quien le pidió que volviera a la tierra de su padre, por lo que tomó a sus esposas, hijos, sirvientes y ganado y emprendió el viaje. Sin embargo, en dicha tierra estaba su hermano Esaú a quien Jacob engañó y se quedó con la bendición de su padre. Al estar cerca de su destino Jacob es informado que Esaú va a su encuentro con 400 hombres, Jacob supone lo peor, piensa que su hermano se cobrará venganza, por lo que decide dividir a su tribu y mandarle obsequios a su hermano esperando así contener su supuesta ira.


En medio de dicha estrategia Jacob se encuentra atemorizado y solo en medio de la noche y ahí un acontecimiento fascinante toma lugar. Una misteriosa figura se aparece a Jacob y lucha con él durante toda la noche, como resultado de dicho encuentro Jacob termina con la coyuntura del

Luchar con Dios Jacob

muslo dislocada y con un nuevo nombre, pues en adelante ya no será llamado Jacob, sino Israel «el que lucha con Dios» (Gen. 32, 28) Jacob concluye diciendo : “Vi a Dios cara a cara, y he salido con vida”.


Este pasaje representa una profunda oportunidad para reflexionar sobre nuestro tiempo y sobre nosotros mismos. Y es que hoy en día la idea de luchar con Dios puede parecer obscura, sin sentido o incluso errónea. El excesivo énfasis que la Iglesia ha hecho sobre la misericordia de Dios nos ha llevado a un buenísimo patológico, viendo a Dios como un ser benévolo, pero no justo, a un ser de amor, pero no de temor. Esta tendencia no le hace bien a nadie, pues puede promover o al menos solapar las perversiones y comportamientos inapropiados que vemos en el mismo seno de la Iglesia y es que si Dios solo es amor, entonces no tengo por qué temer, no tengo por qué arrepentirme, no tengo por qué cambiar, pues Dios todo lo perdona, incluso sin el proceso de conversión interior y exterior, al menos eso es lo que mentes trastornadas podrían interpretar de dicho buenísmo.


Sin embargo, durante 4,000 años esa no fue la visión de Dios. Para los antiguos Israelitas tener un encuentro con Dios era un encuentro que podía costar la vida, por eso Jacob termina diciendo: “Vi a Dios cara a cara, y he salido con vida”, por eso a Moisés se le pide que no vea a Dios, por eso San Pablo se quedó mudo después de su conversión; pues el encuentro con Dios representa un peligro, el peligro de morir, de dejar de ser uno mismo y de renacer en una versión mejorada. Por eso Dios cambia el nombre de Jacob, por el nombre de Israel, por eso el encuentro con Dios era de temor y de esperanza a la vez. La Iglesia no le hace un bien a sus fieles si deja a un lado el temor de Dios, su justicia infinita y su llamado a la transformación. Hablar solo del amor de Dios, y no de su justicia y exigencia al cambio es hablar de una versión distorsionada y limitada de Él. Es una complacencia con la caprichosa época que nos ha tocado vivir.


Pero el otro aspecto de esta historia que quiero reflexionar con ustedes es precisamente el aspecto transformador a nivel individual. Y es que hasta ese momento Jacob había sido una figura difícil de admirar, es más al leer su historia suele generar animadversión: engañó a su padre y a su hermano, se robó la primogenitura, salió huyendo después de eso, era polígamo, mantenía relaciones con las sirvientas de sus esposas, en fin, Jacob no era (hasta ese momento) una figura digna de admiración, pero a pesar de ello Dios tenía un plan para él y para toda la humanidad a través suyo. Sin embargo, antes de que él pudiera convertirse en esa figura heroica, en el gran patriarca, en el padre de Israel, él tenía que tomar consciencia de las consecuencias de sus actos y por lo tanto sufrir por ellas. Dios puso en él el temor a la venganza de su hermano y le hizo ver que sus actos pueden conllevar la pérdida de todo lo que él ama. Y es en medio de ese temor que Dios se hizo presente con él, no para consolarlo, sino para combatirlo. Jacob no flaqueó, aceptó la pelea y Dios vio en eso la señal que necesitaba, Jacob estaba listo para asumir la tarea que tenía frente de sí, ahora ya no sería el mismo hombre cobarde, tramposo que no enfrentaba los retos, ahora sería un hombre nuevo, transformado que estaba listo para asumir el plan de Dios, ahora !él sería Israel¡. La transformación psicológica y espiritual se hizo evidente.


Tal como Jacob, nosotros tendremos que pasar por distintas etapas en nuestra vida. La cobardía, la deshonestidad, la concupiscencia nos visitarán y no pocas veces caeremos ante ellas. Pero a pesar de nuestras flaquezas, Dios tiene un plan pensado para cada uno de nosotros. Dios ve en nosotros lo que podemos llegar a ser, aunque nosotros aún no lo veamos. Esto no será gratis, Dios nos pondrá a temblar como lo hizo con Jacob y como el mismo Jesús lo hizo una noche antes de su muerte. Dios nos pondrá las pruebas, los retos y las dificultades que necesitamos para probarle y probarnos a nosotros mismos que somos merecedores de su plan divino. Nosotros, al igual que Jacob, tendremos que dar la batalla, luchar con Dios y mostrarle que estamos listos. Solo así él nos dará un nombre nuevo, una vida nueva un plan que nos trasciende a nosotros.


Algo así me sucedió, pues lo que había construido con mis fuerzas Dios me lo quitó, me puso en una situación de prueba. Luché con Él, le reclamé, le lloré, le reproché y finalmente le acepté. Aprendí que lo importante no era yo, ni mis planes, sino Él y sus planes. Aprendí que yo trabajo para Él y no de forma inversa. Que donde Él me quiera, cuando me quiera y como me quiera debo de responder a su llamado y aceptarlo. La transformación llegó, no como la de Jacob, pero llegó. Hoy me ha puesto en un lugar que nunca esperé, me ha devuelto lo que perdí y más, pero sobre todo salí vivo del combate para darle gracias, para amarle y temerle, para admirarle y respetarle, y especialmente para obedecerle, aunque confieso que no lo hago muy bien, que fallo constantemente, que no soy tan heroico y valiente como el personaje bíblico y que no merezco un nombre como el que él obtuvo, pero hoy sé que sin Él nada soy.


Los invito a leer la historia de Jacob, que vean en su historia su propia historia. Qué vean cómo han fallado y cómo Dios los invita a luchar con Él. Los invito a recuperar el temor y la devoción hacia Él. Salir del buenísimo de nuestra época y asumir su amor, pero también su justicia y dejarse transformar por Él aunque sea doloroso y aunque siempre necesitemos de su perdón y corrección. Los invito pues, a recuperar el valor de luchar con Dios.


Les mando un abrazo.


Dr. Mario Guzmán Sescosse






2 Comments


Estudio TCC en México, uff y leerlo tan convencido del amor de Dios y su plan perfecto para Ud., me ha devuelto la fe en que mi amor por la TCC no me aleja de mi Dios, al contrario, me acerca mucho más de lo que pensé.Gracias por su testimonio, espero tener un día el mismo testimonio que Ud., pues hoy en medio de una crisis relacional seré obediente para aceptar que esto que hoy vivo, esta en el plan perfecto que Dios tiene para mi. Espero conocerlo pronto en el Congreso de Cancún será un gran honor poder saludarlo.

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zasta7
Mar 05, 2023

Soy una católica ignorante, leer "Luchar con Dios" , me encantó, me hizo recapacitar sobre mis fallas y sobre cómo aún puedo cumplir con los designios de Dios.

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