Con frecuencia atiendo a padres preocupados por la partida de los hijos, no quieren que se vayan. Pero también atiendo hijos que han decidido no dejar la casa de los padres y con 30 o 35 años de vida siguen disfrutando de la comodidad y seguridad que la casa paterna les ofrece. Esta situación no es conveniente ni para los hijos ni para los padres, pues aunque sea cómoda para los hijos impide su desarrollo. Se da el riesgo de que no se conviertan en adultos plenos, sino que se mantengan como "adulescentes".
El llamado a dejar a los padres responde a una necesidad evolutiva de procreación y mantenimiento de la especie. También responde a una necesidad de crecimiento psicológico, social y espiritual, pues de no hacerlo se vive bajo la sombra de los padres, como un "subadulto", como alguien que no ha logrado la independencia. El texto bíblico lo presenta de manera elocuente cuando dice: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y son los dos una sola carne” (Génesis 2, 24) El mensaje subyacente es profundo y es una invitación a lo que todo ser humano debería de hacer; diferenciarse de sus padres para convertirse en uno solo con el sexo opuesto quien le complementa y le edifica. Esa es la idea del andrógino psicológico y espiritual que está detrás de la obra Jungiana, de las enseñanzas del Taoísmo y de la mística judía y cristiana, pues es solo en esa unión de los opuestos donde se logra la individuación y la transformación de uno mismo.
Pero el proceso para lograrlo no es fácil, por el contrario conlleva grandes retos y dificultades. Si utilizamos la imagen bíblica, de Abraham como un arquetipo de dicho proceso, podemos ver que él dejó la comodidad del padre y la seguridad de lo conocido para adentrarse en el caos, en lo desconocido, y enfrentar un sinnúmero de vicisitudes. Crecer y convertirse en uno mismo, es una tarea difícil e incluso riesgosa. ¿Pero por qué Abraham decidió hacer algo así?, decidió hacerlo por una promesa “Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre y vete al país que yo te indicaré. Yo haré de ti un gran pueblo; te bendeciré y engrandeceré tu nombre. Tú serás una bendición” (Gen 12, 1:2)
El desafío y los peligros a enfrentar cuando se deja la casa de los padres son el proceso por el cual la persona pasa de un estado infantil a un estado de madurez. Es el paso del héroe que se abre camino por la vida. Si no se deja al padre y a la madre no hay oportunidad de crecimiento, uno se mantiene en un estado previo a la madurez psicológica. La persona vive en el complejo de Peter-Pan; como un eterno adolescente, un adulto subdesarrollado, un "adulescente".
Para algunos padres es difícil entender este proceso al que los hijos están llamados y por ello no promueven su independencia. Lo vemos en cómo desde la infancia les facilitan el día a día, buscan darles "todo lo que ellos no tuvieron", es como si quisieran privarlos de dificultades y sufrimiento en la vida. Pero hacer eso, también es privarlos de la oportunidad de desarrollar habilidades para la vida, de crecer de las dificultades, de aprender de sus errores, de madurar.
Suele ser especialmente difícil para los que deciden tener uno o dos hijos solamente, pues es común ver una tendencia a volcarse más y más en ellos, a sobre-protegerlos, se convierten en papás helicópteros. Esta sobreprotección tiene sentido evolutivo, pues si solo se tiene uno o dos hijos y la evolución nos llama a la perpetuación de la especie, entonces se comprende por qué los papás buscan que sus hijos sean “los mejores” y que “no les pase nada”, saben que su descendencia es preciosa y tienen pocas oportunidades para que sus genes sean exitosos. Pero el costo para los hijos de tener papás sobreprotectores o helicópteros es alto, muy alto. Esos niños sobre-protegidos no desarrollan la resiliencia, ni la tolerancia a la frustración que necesitarán para hacerle frente a la vida. Todo se trata de ellos y no de los demás, los papás están para cubrir sus necesidades, ellos no aprenden a cubrirlas por sí mismos. Por eso, es importante que los papás recuerden que sin necesidad no hay progreso, sin necesidad hay estancamiento.
Los papás están llamados a generar en sus hijos un punto medio entre la satisfacción y la necesidad. Entre lo que desean y lo que obtienen. El Dr. John Rosemond le llama privación benigna, es la idea de darles el 100% de lo que necesitan (comida, techo, educación, ropa) pero solo el 25% de lo que desean. Esta privación no significa privarlos de lo esencial, sino de generar las condiciones necesarias para impulsarlos a salir y conquistar el mundo por sí mismos. Es ayudarles a ver que es a través del trabajo y del esfuerzo que ellos pueden lograr las cosas que desean en la vida. No hacerlo así es sobreprotegerlos y por lo tanto incapacitarlos, pues el mensaje es "tú no puedes hacerlo por ti mismo, yo te lo daré"
Por lo tanto, es importante que los papás recuerden que parte esencial de su labor es preparar a los hijos para irse de la casa, prepararlos para transformarse en verdaderos adultos y no mantenerse como "adulescentes" de forma permanente. Para que sean capaces de enfrentar los retos, los riesgos y las oportunidades y así disfrutar de la promesa de un futuro mejor como lo hizo Abraham.
Dr. Mario Guzmán Sescosse
YouTube: @DrMarioGuzman
Podcast: Descifrando Laberintos
Seminario en línea: La Transformación del adolescente
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